martes, 16 de abril de 2013

USO Y DESTINO INDEBIDO DEL "Museo de Arte Tigre Intendente Ricardo Ubieto"

¿Cómo se usan los museos del mundo, por ej. El Louvre?
 
El 19 de mayo de 2006 se estrenó la película "El Código Da Vinci" basada en  la novela de Dan Brown. Pero más allá de las controversias que ocasionó, incluída la reprobación del Vaticano, tuvo mundialmente una repercusión verdaderamente internacional.
Como este blog está específicamente generado para dejar constancia y anoticiar, especialmente a los tigrenses, de la vida personal y obra del Contador Ricardo Ubieto -quien fuera por casi 20 años Intendente de Tigre- y quien logró remontar el ostracismo y postergación de su pueblo natal transformándolo en lo que se puede llamar con toda justicia "crear el nuevo Tigre" justo es hacer público la inconmensurable diferencia que hubo en la restringida aprobación e inmaculado respeto por el patrimonio de los distintos lugares donde se rodó la película "Código" lo que se da de patadas con lo ocurrido en el Museo de Arte Tigre Intendente Ricardo Ubieto.
Este artículo publicado en los diarios más notorios se remonta a la época en que se terminó el rodaje de esa película y comenzaba a publicitarse para exhibirla mundialmente. Es valioso leerlo y meditarlo pues allá por el 2007 en el Museo de Arte Tigre -las nuevas autoridades con su directora al frente-comenzaron a utilizarlo para distintos eventos, entre los cuales se puede recordar el rodaje de un videoclip  ("Eres veneno")-que se realizó EN EL INTERIOR del Museo- de una banda extranjera: "Skapulario" así como muchos otros eventos, los cuales vulneraron la integridad y el respetuoso cuidado que el "MAT  INT  R. Ubieto" se merece. Este indebido uso del Museo provocó que reiteradas veces tuviera que ser cerrado para reacondicionarlo. 
Para justificar todo este mal trato del Museo y, en lo que se refiere especialmente a la filmación del lamentablemente famoso videoclip, se dieron explicaciones disparatadas cuando no mentirosas. Por eso invito a todos a leer conciente y despaciosamente el siguiente artículo comparándolo con las meticulosas medidas tomadas para realizar la película "Código Da Vinci".


 Empecemos ya:


Cómo se filmó el Código Da Vinci-
"El código Da Vinci" se rodó en diferentes localizaciones de Europa y en los estudios Pinewood y Shepperton, en los que se construyeron varios platós.  Hasta entonces, les habían negado la posibilidad de filmar en el Museo del Louvre, donde transcurren los primeros capítulos de la historia. Pero la entrevista con Chirac cambió el equilibrio de fuerzas y obtuvieron permiso para hacerlo durante una semana.
Los cuadros de los maestros italianos no podían cambiarse de sitio. En los rodajes nocturnos del thriller ni una gota de sangre artificial podía manchar el suelo y estuvo totalmente prohibido dirigir los focos hacia el cuadro más famoso del mundo, pese a que la Mona Lisa de Leonardo da Vinci desempeña un papel crucial en la película. En la extraña calma de los pasillos y galerías de cuadros vacíos, el estadounidense Ron Howard rodó el arranque de “El Código Da Vinci”.
Aunque la película se rodó en el Museo del Louvre, en París, fue necesario reproducir la Gran Galería en un estudio para que la mayor parte de la acción pudiera desarrollarse en un ambiente más controlado, lejos de las obras maestras del museo. Para ello, el diseñador de producción Allan Cameron construyó secciones del museo en el plató "James Bond" de los Estudios Pinewood, a las afueras de Londres. "Sabía desde el principio que íbamos a reproducir una pequeña parte del Louvre en un plató. Pero, cuando fuimos al Louvre, nos preocupaba que pudiéramos dañar los suelos o alguna de las obras de incalculable valor, así que tras un par de viajes a París, decidimos construir más partes del museo en los platós de Pinewood. En cualquier caso, desde mi punto de vista, era mucho más divertido rodar en el plató que en el museo. Mi artista escénico, James Gemmill, tuvo que pintar 150 cuadros que tuvieron que ser medidos cuidadosamente en el Louvre. Incluso creamos muestras de mármol para poder reproducir el mármol de alrededor de los zócalos y las ventanas. Por último, el suelo fue construido por mi carpintero utilizando para ello un revestimiento de madera similar al de la Gran Galería. Luego, se hicieron fotografías que se imprimieron sobre láminas de plástico y se extendieron en el suelo", comenta Cameron.
Cameron explica que primero se fotografiaron digitalmente los cuadros, luego se ampliaron las fotografías y se pintó encima, y a veces se proyectaron en la pared y las pintó el propio Gemmill. “James las pintó de la misma manera que se pintaron los cuadros originales. Las técnicas de glaseado y craquelado no esconden ningún secreto para él: la superficie de los cuadros resulta de lo más real”.
  En cuanto a la textura de los cuadros reproducidos por él, James Gemmill (artista escénico jefe) comenta: “Intenté prestar especial atención a todas las texturas de los cuadros. No podemos pintar utilizando exactamente las mismas técnicas, pero las texturas son muy importantes. Es la diferencia de ver un cuadro en una película y que parezca más una mera impresión que un cuadro real. Cuando se ve el reflejo de la luz, se aprecia la textura, de ahí que sea importante que esté bien conseguida”, afirma Gemmill.
En la Gran Galería, se encuentra la Mona Lisa, pieza clave en el desarrollo de la novela y donde comienza todo el misterio. Como no les permitieron iluminar directamente el cuadro de la Mona Lisa, usaron una réplica exacta. 
También se construyeron otros platós en los Estudios Shepperton al sudoeste de Londres para recrear, por ejemplo, el interior de Saint-Sulpice y varias habitaciones del Château Villette, residencia de Leigh Teabing. “Queríamos utilizar el castillo real en la película y tuvimos la suerte de que nos permitieran rodar allí. Pero la biblioteca, la cocina y el estudio fueron recreados en el plató. Fueron decorados interesantes de construir y adornar, ya que tenían una gran cantidad de attrezzo”, comenta Cameron.
  “Obviamente, la arquitectura de los decorados del plató se basó en la arquitectura del castillo real, con sus maravillosas tallas, molduras y cornisas. Conseguimos que todos los adornos del castillo real se encontraran en el nuestro para que se pareciera más aún a la residencia de Teabing. Cuando pasamos al estudio y a la biblioteca, su gran refugio, conseguimos reflejar la personalidad de Teabing; diseñamos gran parte del attrezzo pensando en él”, añade Cameron.
Francia-  Las escenas iniciales de “El código Da Vinci” se rodaron en las calles de París.
El personaje de sir Leigh Teabing  vive en el Château de Villette, que se encuentra al noroeste de París, cerca de Versalles. El rodaje en el castillo se prolongó durante tres noches, aunque la mayor parte de los interiores (con la excepción del vestíbulo) se recreó en varios platós de los Estudios Shepperton.  En las noches de filmación, el trailer de Tom Hanks dormía estacionado fuera del Louvre
El Reino Unido-  Al viajar a Londres las siguientes escenas transcurren en la Iglesia del Temple y luego en la Abadía de Westminster. Aunque las escenas exteriores fueron filmadas in situ, las escenas del interior de la Abadía y de la Sala Capitular fueron rodadas en la Catedral de Lincoln, a tres horas al norte de Londres. Las autoridades de Westminster no recibieron con agrado el argumento del libro y no permitieron que se filmara allí. Hubo que buscar otro lugar.
A unos 100 kilómetros de Lincoln se encuentra Burghley House, un castillo construido en 1555, donde se filmaron escenas para representar la residencia papal de Castel Gandolfo, Italia, donde –obviamente– Ron Howard no consiguió permiso para rodar.
 Las dificultades logísticas del equipo a la hora de rodar una película de esta magnitud en el exterior de la Abadía de Westminster fueron enormes. La pelicula acaba finalmente en la Capilla de Rosslyn, en Escocia.
La campiña de Lincolnshire reemplazó a la de Italia, y el palacio Burghley House de Lincolnshire hizo las veces de Castelgandolfo.
Malta-  La última parada del equipo fue la isla de Malta, donde se rodaron varias escenas tipo flashback, incluidas las escenas ambientadas en Tierra Santa y en España. 
El permiso para filmar según las premisas del libro, fue concedido por el Museo del Louvre, mientras que la Abadía de Westminster se negó. Sin embargo, la Catedral de Lincoln, se ofreció para actuar como sustituto de la Abadía de Westminster, con bastantes restricciones.  En agosto de 2005 se terminó el rodaje en la Catedral de Lincoln.Como tantos lujos en la vida, conseguir permiso para filmar una película dentro del Louvre es fácil si se conocen a las personas indicadas. A fines de 2004 y durante tres meses, el productor Brian Grazer y el director Ron Howard —ambos ganadores del Oscar— lucharon desesperadamente para conseguir el permiso a través de canales oficiales, llenando formularios, presionando a la gente correcta y asegurándole a todo el mundo que dejarían al tesoro nacional francés tal y como lo habían encontrado. Las cosas iban bien. Pero Howard y Grazer estaban ansiosos. Las cosas también habían ido bien con la abadía de Westminster de Londres —otra de las locaciones claves en su adaptación de la novela de Dan Brown— pero al final los rechazaron. La pérdida de Westminster dolió. Perder el Louvre sería devastador. Y para ser sinceros: ¿no se sentirían decepcionados si supieran que El Código Da Vinci fue filmada en un Louvre falsificado? Por eso, a principios de diciembre de 2004, mientras Howard y Grazer estaban en París haciendo el casting de actrices para el papel principal, recibieron una llamada de la oficina del presidente francés, Jacques Chirac, en la que los invitaba a visitarlo. "Pensamos que iba a ser cosa de cinco minutos, algo así como una visita a la Oficina Oval —una foto y un apretón de manos—", recuerda Grazer. pero Chirac les pidió que se sentaran y se pusieran cómodos, además de invitarlos con café. Y se terminaron quedando cerca de una hora. El presidente advirtió a sus invitados que debían avisarle en caso de que su solicitud para usar el Louvre se encontrara con trabas. Y no solamente eso, también les ofreció algunas.indicaciones. En primer lugar les sugirió que le hicieran una prueba a la mejor amiga de su hija —una actriz de cierta fama en Francia— para el rol de Sophie Neveu, la joven y elegante criptógrafa que es central en el misterio que desarrolla el libro. Y se preguntó en voz alta, casi en serio, si podrían mejorar el salario del actor Jean Reno, que ya había sido elegido para personificar al incansable detective Bezu Fache. "Eso fue divertidísimo", dice Howard. "Por suerte el trato ya estaba cerrado". 

EN MEDIO DEL LOUVRE. -Seis meses después de tomar café con Chirac, Howard, Grazer y el resto del equipo de El Código Da Vinci se colaron en el Louvre con todas las prohibiciones que les habían impuesto.
El camarín de Hank estaba estacionado en una calle fuera del museo, por lo cual el actor tenía que atravesar galerías silenciosas y despojadas para llegar al set. "Era una genial caminata hacia el trabajo", recuerda".
El Louvre fue una maravilla, pero las condiciones de filmación distaban bastante de ser ideales. "Tuvimos que ser muy específicos sobre cada una de las tomas, tanto por razones de seguridad como de preservación", explicó Howard. "En realidad, hubo una cantidad de cosas que no pudimos hacer. No pudimos verter sangre en el piso. Tampoco descolgar pinturas de las paredes. Ni escribir mensajes codificados sobre La Mona Lisa, claro está". De hecho, como el equipo tenía prohibido iluminar directamente ciertas pinturas, la verdadera Mona Lisa de Leonardo da Vinci, estaba fuera de las posibilidades y por eso en la película se usa una réplica. La Mona Lisa quedó en una pequeña habitación al lado porque en ese lugar no se podía filmar

miércoles, 3 de abril de 2013

Arte y textos: Siete miradas a la era del fraude

Este artículo también fue publicado en el blog del Sr. Daniel Perez el 10 de junio de 2011-cuyo link figura al pie de esta transcipción- y vale la pena leerlo y releerlo pues nos adentra a meditar sobre qué es el "ARTE".

Siete miradas a la era del fraude

1
Entre la promoción de lo que no se entiende y la queja de que el público no lo entiende, el arte contemporáneo no deja de dar vueltas en su propia trampa, sin encontrar la salida.
En la última Arte BA (Feria de Arte Contemporáneo de Buenos Aires), los que dicen saber de arte le dieron el premio Petrobras a una bolsita de supermercado con un par de zapatillas y dos hediondos calamares en su interior.
El objetivo es sorprender y escandalizar, pero el problema es que a esta altura de la soireé nadie ignora que zapatillas y calamares son más de lo mismo, algo así como un fatigado y eterno retorno a las provocaciones de los dadaístas, organizadas en el café Voltaire hace cien años, a comienzos del siglo XX.
En esos días nació el sueño de refundar el arte y se proclamó por primera vez la muerte de la pintura; así brotaron las manchas y garabatos, los esquemas geométricos, los cuadrados y las superficies informes, entre otras cosas que no significan nada, pero se atienen al mandato de romper totalmente con la tradición.
El inevitable resultado de esos intentos ilegibles y carentes de significado fue el alejamiento del público, que no consigue entender por qué tendría que admirar un simple cuadrado, unas chorreaduras de color o un ensamble de zapatillas y calamares.
Es que las novedades son muy apreciadas cuando tienen sentido, cuando son capaces de conmover y de trasmitir significados con aceptable claridad, porque el público espera del arte lo mismo que espera del cine, la novela o la poesía: emociones, drama, belleza, una mirada personal sobre el mundo o una interpretación del sentido o de la falta de sentido de la existencia.
En otras palabras, el público espera cosas legibles, capaces de llegar al corazón a través de la razón, porque los lenguajes están hechos para comunicar, para construir significados inteligibles y expresar lo que de otro modo no se podría expresar.
Y el problema de las manchas, las figuras geométricas y el insuperable absurdo del readymade, con su afirmación de que este mingitorio, ese calamar o aquella zapatilla ahora son obras de arte, porque sí, porque un artista lo decidió, es que son falsos lenguajes, simulacros que no comunican nada.
Al basarse en esos falsos lenguajes, la secta consumó un fraude gigantesco y provocó el mortal aburrimiento del público, que vota con los pies y deja las salas vacías.

2
Tal vez a modo de atenuante, hay que señalar que el fraude del arte contemporáneo no es un hecho aislado, sino un fenómeno marcado por la época que nos toca vivir, tan plagada de fraudes que nunca sabemos donde termina uno y donde empieza el otro.
Los funcionarios asignan fondos a la salud, el transporte, el arte conceptual o cualquier otra cosa que les permita desviar dinero a sus bolsillos: es el fraude de la política.
El mercado financiero se expande sin límites ni regulaciones y genera espantosas crisis económicas: es el fraude de la economía.
Los líderes sociales reclaman dinero público para la defensa de los derechos humanos y la inclusión social, pero lo destinan a la compra de bonitas mansiones y veloces yates: es el fraude de la esperanza.
Los combatientes populares se levantan en armas contra el sistema en nombre de la libertad, pero una vez instalados en el poder se convierten en dictadores perpetuos: es el fraude de la revolución.
Los jueces que extienden hasta el infinito las causas por enriquecimiento ilícito (¿será realmente ilícito?) hacen de la Argentina el paraíso de la impunidad: es el fraude de la justicia.
Los presidentes (y las presidentas) hacen falsos anuncios y anuncian falsos avances para mejorar sus posibilidades de perpetuarse en el poder: el es fraude institucional.
Dentro de ese marco, debemos reconocer que el otorgamiento del premio Petrobras a un par de calamares podridos es un fraude que armoniza con la época.

3
Frente a la resistencia del público, que se niega a reconocer la profunda verdad artística oculta en los tiburones en formol, o en las zapatillas y los calamares, había que hacer otra cosa, pensar nuevas estrategias para convencerlo de que el arte contemporáneo es un fenómeno glamoroso, deslumbrante y estremecedoramente actual.
Así surgió la genial idea que terminó por imponerse en todas las grandes ferias y bienales.
Por un lado, se acordó seguir eliminando de las ferias y galerías a los buenos pintores de hoy con el argumento de que son anacrónicos y ajenos al espíritu de la época, pero por el otro lado, el arte contemporáneo empezó a ser presentado en compañía de los grandes pintores del pasado, nunca solo.
En efecto, la Bienal de Venecia incluye varias pinturas de Tintoretto, y en Arco y Arte BA nunca faltan las obras de algunos grandes maestros del siglo pasado o de la primera mitad del siglo XX.
De esa manera se difunde el mensaje subliminal que muestra al arte como una línea de producción en perpetuo avance; el efecto buscado es convencer al visitante de que es el mismísimo Tintoretto quien le dice: “así era el arte del pasado, y así debe ser el arte del presente”.La idea no es mala: con este recurso, el problema del aislamiento del arte contemporáneo se puede llegar a resolver… al menos hasta que aparece el premio Petrobras, y el asunto vuelve a tener tan mal olor como los calamares.

4
Otra gran idea para renovar el arte contemporáneo y hacerlo legible fue la apropiación de las proclamas y consignas políticas de moda.
Repudiar la sociedad de consumo, denunciar el neoliberalismo, aclamar la primavera árabe, rechazar la desocupación, la crisis económica, el narcotráfico, la violencia estatal y la violencia de género, condenar al imperialismo, repudiar el catolicismo (ni una palabra sobre el islamismo, porque puede ser poco saludable) o defender el medio ambiente, son algunos de los recursos que se emplean para esconder la falta de sentido del arte contemporáneo.
Según la inflamada verba de los curadores, el arte también denuncia, acusa, señala; pero lo que el público percibe es otra cara del simulacro: la imitación simplista y banal de los medios de comunicación, el uso fraudulento de las noticias.

5
Nacido a causa de la supuesta muerte del realismo pictórico, el arte contemporáneo emprendió una serie de sorprendentes piruetas que lo devolvieron al punto de partida, según la siguiente secuencia:
a) Al comienzo, la pintura renacentista era irremediablemente impura porque pretendía imitar la realidad.
b) Para lograr la pureza total de la pintura, se prohibieron las referencias al mundo real y la ilusión de profundidad.
c) Una vez abolidos los límites del arte, todo fue declarado arte: desde un mingitorio hasta una camiseta de Joseph Beuys.
d) Bajo ese nuevo estatus, el video y la fotografía alcanzaron el rango de arte.
e) Luego, gracias al video y la fotografía, la imagen realista fue indultada y consiguió el reingreso al mundo del arte.
f) Final: estaba prohibido pintar como Velázquez, pero con una buena Kodak todos podemos ser Velázquez.

6
El rasgo principal que caracteriza al fraudulento arte contemporáneo es su impronta decididamente dictatorial, el nefasto impulso de tiranizar que Camus consignó en sus Cuadernos de 1936.
Oscilante y contradictorio, siempre sumergido en un torbellino de idas y vueltas, empeñado en colocar en la cima de la expresión artística a una vertiginosa sucesión de monarcas: minimalismo a la mañana, instalación al mediodía, performance al atardecer y videoarte por la noche, el arte contemporáneo sólo encuentra coherencia en la inflexible rigidez de sus mandatos.
Como un formidable y todopoderoso estalinismo, hoy decide una línea de acción y mañana la contraria, pero siempre exige ser ciegamente obedecido.
A falta de un comité central permanente, ubicado a la cabeza del partido único, aparece un comité ad hoc de curadores, funcionarios y galeristas, cuya función es vigilar el cumplimiento de la ley suprema que nadie puede atreverse a violar: el artista debe interpretar a su época.
Dentro de ese marco, queda claro que la libertad individual es una reliquia del pasado, tan anacrónica y condenada a muerte como la pintura de caballete.
Ergo, el artista debe actuar bajo la tutela y la regulación de las instituciones, de acuerdo con las instrucciones y libretos previos de los curadores, o aceptar la exclusión y las purgas.

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Afortunadamente, más allá del arte contemporáneo hay mucho arte verdadero.
En todas las latitudes florecen los espíritus deslumbrados por la resplandeciente magia de la pintura, que desprecian el fraude, se esfuerzan por aprender el oficio y trabajan largos años para construir un mensaje inteligible.
En la Argentina, junto a los viejos maestros Carlos Alonso y Guillermo Roux, tenemos una larga serie de pintores y dibujantes de primera línea, que priorizan la búsqueda de la verdad, aún al precio de no figurar en los ámbitos dominados por los comisarios políticos del arte contemporáneo.
Esos pintores saben que el juicio definitivo lo establece el público, como bien dijo Borges, y también saben que ese público espera del arte lo mismo que espera del cine, la novela o la poesía: emociones, drama, belleza, una mirada personal sobre el mundo o una interpretación del sentido o de la falta de sentido de la existencia.
Y más allá de la Argentina, a través de esta maravillosa ventana de la Internet nos asomamos a las obras de excelentes pintores de todas las latitudes, cuya existencia implica el más rotundo mentís a la pretensión de enclaustrar al arte contemporáneo en un círculo dogmático, exitista y unilateral, donde se rinde culto a las zapatillas y los calamares.

Arte y textos: Siete miradas a la era del fraude